sábado, 12 de diciembre de 2009

Génesis (La Cúpula, 2009)










Génesis
Robert Crumb
La Cúpula, 2009
220 paginas / blanco y negro
Precio: 29,90 euros
ISBN: 978-84-7833-881-8
www.lacupula.com


En la California de finales de los sesenta, en pleno auge de la psicodelia y del flower power, Robert Crumb (Filadelfia, 1943) se convirtió en el pionero, en el fundador del cómic underground, de ese comix con x final, irreverente, insumiso y socialmente comprometido cuya enorme repercusión e influencia en la historia del cómic mundial sigue percibiéndose en autores americanos contemporáneos como Peter Bagge, Joe Matt, Daniel Clowes o David Heatley; o europeos, como los españoles Miguel Ángel Gallardo o Max, entre tantos otros.
Autor de personajes convertidos de inmediato en iconos de la contracultura - Mr. Natural, Fritz the Cat, Flakey Foont, Shuman the Human o Angelfood McSpade -, Crumb se sirvió de ellos para abordar abiertamente temas tabú en los tebeos de entonces como el sexo y la crítica política.
Ahora, en plena cima de su talento, después de más de 40 años de creación artística al margen de la industria, el americano se ha atrevido con el Libro de los Libros, con el mayor bestseller de todos los tiempos: La Biblia. El resultado ha sido fascinante, una obra magna, culmen creativo de un genio del cómic que sorprendentemente ha dejado satisfechos tanto a fans como a detractores, también legión, sobre todo por su proverbial incorrección política. Su Génesis (La Cúpula, 2009) destaca por la excelencia gráfica de una adaptación donde el reconocible estilo de Crumb, ese en el que se mezclan influencias de artistas de los primeros años del cómic, estalla en un cuidado y preciosista trabajo gráfico, comparable por su épica y detallismo a las ilustraciones de Gustave Doré o a las imágenes cinematográficas de Cecil B. DeMille, donde las complejas y acertadas elecciones narrativas han encontrado su armonía perfecta.
Y todo ello conseguido sin renunciar a la expresividad de su medio, el cómic, de una forma tan sincera que no es suficiente quitarse el sombrero. Hay que trepanarse el cráneo… aunque mejor lo dejo para otra ocasión.